No sé si es hipocondría o todo está ahí, pero hoy tengo ganas de darme cabezazos contra la pared. Lo único que me tira hacia atrás es el color. Mi pared es verde. Verde esperanza. Y cómo se rompe una la crisma contra una pared verde esperanza?
En lugar de eso me he llenado la piel de cuadros de franela, los ojos de letras sin sentido y las manos de pieles rotas para dejar de sentir que lo que está roto es lo otro.
Eso que no se nombra.
De momento sólo funciona si me pierdo en Beirut. On a sunday smile.
Pero mi abuela, que es sabia entre las sabias, siempre dice eso de que menos da una piedra. Así que aquí me quedo, esperando a que se diluya.
Eso.
Lo que no se nombra.
Y por supuesto el dolor.
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