jueves, 27 de enero de 2011

Maternidad..

Al fin puedo decirlo. He sido madre. Dejando de lado el hecho de que no he sufrido las náuseas, los vómitos, los dolores de espalda y la dolorosa dilatación vaginal. Y dejando de lado también el hecho de que no había un padre que satisficiese mis antojos, porque, embarazada o no, también los he tenido.
El caso es que una personita ha llegado a nuestras vidas. Y digo nuestras porque no sólo me corresponde a mí, sino que también ha pasado a formar parte de la vida de mis vecinos. Y es que han sido ellos, unos de mis vecinos, los que han sido padres. Y yo estoy tan metida en la empresa que siento que el niño, o niña, -no conozco el sexo del susodicho- también es algo mío.
Sé que es algo extraño, pero las cosas son como son. Y es que he acoplado tanto mi ritmo de sueño al del bebé, que ya sólo me falta levantarme para darle el biberón. Es un bebé muy exacto, matemático, de los que se despiertan justo a las tres horas berreando como terneritos. Y no deben darle el pecho, porque tarda demasiado en serenarse. Si fuese cuestión de tetas, bastaría con meterle una en la boca en el momento preciso en que amenazara llanto. Pero no. Hay que levantarse, ir hasta la cocina, calentar el agua, diluir la leche en polvo, volver al dormitorio y lograr que el niño, o la niña, se enganche a la tetina. Algunas noches me levanto y en lugar de preparar el biberón, me preparo un té, mientras pienso en lo maravilloso que sería bebérmelo como un bebé, chupando como si me fuera la vida en ello hasta que el sueño llegara.
En realidad, el problema de todo esto es que, por alguna razón que desconozco, cada noche acabo metiéndome en la cama a la hora precisa en que el bebé despierta. Cada noche a las cuatro de la madrugada. Y es tan complicado dormir cuando tu hijo llora y llora y llora en el cuarto de arriba. Y luego está el arrastrar de pies, y el “piiin” del microondas, y la cisterna del baño, que ya que uno se despierta pues aprovecha y mea. Vamos, que esto de tener hijos es un sin vivir.
He querido ser madre desde que recuerdo, pero hasta ahora la experiencia no está resultando muy grata. Quizá porque mis vecinos se olvidan de bajar de vez en cuando para que le haga alguna carantoña al bebé. Y el llanto, por sí sólo, no me basta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

genial, ask

raquel, la amiga de pam dijo...

qué grande eres a veces, angie.